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“Muchas veces no intentamos hacer cosas porque no nos creemos capaces” nos decía Ángel Luis Tendero, el arquitecto con más seguidores en Facebook del mundo, en el primer encuentro del Club de Desarrollo Personal y Liderazgo de 2014. Esta idea ha sido posiblemente una de las más repetidas por los distintos protagonistas de este espacio. La inseguridad, el miedo al fracaso, la falta de confianza… hacen que no desarrollemos al 100% nuestro potencial. Sin embargo, como pudimos comprobar en otra de las sesiones del Club, de la mano de Maite Sarrió, somos seres perfectos y poderosos y, por tanto, capaces de mejorar, de desarrollarnos y de conseguir aquellos que nos propongamos.

Este es uno de los objetivos del Club de Desarrollo Personal y Liderazgo, creado por la Asociación a mediados de 2012: contribuir a que llenemos la vida de objetivos, que no de intenciones, y que los consigamos, siendo protagonistas de nuestras vidas.

Por ello, a lo largo de los últimos meses hemos trabajado, con distintos expertos, temas como la importancia de la autoestima para tolerar el estrés, la incertidumbre y el cambio; la actuación frente a entornos y personas tóxicas o cómo hacer frente al síndrome de Solomon, que nos lleva a no expresarnos abiertamente por miedo al rechazo con la consecuente pérdida de talento y oportunidades. También se han abordado herramientas concretas como la gestión del tiempo, la imagen personal o la inteligencia emocional y cuestiones más generales, pero igualmente esenciales y que pueden trabajarse día a día como la felicidad.

De entre todos los temas planteados, destaca un elemento esencial: el miedo, como una de esas emociones paralizantes que nos impide trabajar el resto de aspectos. Nos da miedo fracasar, el qué dirán, arriesgar nuestros ahorros…

Y, aunque el miedo es una emoción y, como tal, no se puede controlar, sí se puede gestionar y con él los sentimientos que en cada uno de nosotros puede originar.

Dime qué te motiva y te diré a qué tienes miedo

La Real Academia define el miedo como una “perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario”. El rango de emociones aparejadas al miedo (estrés, fobia, sobresalto, angustia, pánico…) es amplio, en función de la intensidad y la duración del temor que las suscita. Pero el miedo no es solo eso, es también:

Un proceso biológico, innato en los seres humanos, que ha permitido nuestra supervivencia actuando como mecanismo de defensa.

  • Una emoción humana, que habitualmente ocultamos con vergüenza y que nos esmeramos en desterrar de nuestras vidas.
  • Una herramienta para controlar y manipular a los otros e, incluso, una forma de gestión empresarial.
  • Un freno al talento y a la creatividad.

Es casi tan preocupante lo que dejamos de hacer por miedo como lo que acabamos haciendo por él. La mayoría de las decisiones que tomamos en nuestra vida están motivadas por nuestros recelos. Y es que miedo y motivación, aunque parezcan dos emociones contradictorias, son dos caras de una misma moneda.[symple_column size=”one-half” position=”first” fade_in=”false”]

Lo fundamental en el ámbito laboral es crear ambientes de libertad, donde el error sea aceptado y donde se crea en las personas y se las motive a superar sus propios límites.

[/symple_column]Esto se pone claramente de manifiesto en el entorno laboral. El psicólogo estadounidense David McClelland, considerado uno de los padres del análisis sobre la motivación laboral, identificó tres tipos de motivaciones o deseos principales, que se hallan en mayor o menor medida, en todos nosotros:

  • Logro: alcanzar o superar un estándar de excelencia y/o mejorar el propio nivel de desempeño.
  • Afiliación: generar y mantener buenas relaciones con las personas.
  • Poder: lograr influir en los demás y conseguir que otros hagan cosas que no habrían hecho sin esa influencia.

En la otra cara de la moneda, encontramos los miedos asociados a estas motivaciones, y que también están presentes en cada uno de nosotros, solo que en cada individuo se combinan y jerarquizan de distinta forma: el fracaso, la soledad y la pérdida de poder. Así, por ejemplo, aquel que sienta una mayor necesidad de sentirse integrado tendrá pavor al rechazo y tratará de ser complaciente y no disgustar a nadie con sus ideas o sus actos.

shutterstock_131290649Pero éstos no son los únicos miedos que campan a sus anchas en nuestras empresas. El miedo a la no supervivencia (a no ser capaces de cubrir nuestras necesidades básicas y las de nuestra familia) si, por ejemplo, perdemos nuestro trabajo o a un cliente importante, es tan humano como el miedo al cambio. En este último además se engloban todos los miedos anteriores. Frente a un cambio, la incertidumbre nos hace dudar de todo y es entonces cuando nuestras motivaciones y temores emergen.

De esta forma, son muchos los profesionales que pasan de puntillas por sus propias carreras. O lo más preocupante, por sus propias vidas. Para no sucumbir ante nuestros miedos y anhelos, debemos tener claros cuáles son nuestros talentos y nuestros objetivos, nuestras metas y ambiciones. Y, una vez claras estas premisas, debemos tomar las riendas de nuestra vida y de nuestra carrera. Debemos ser más proactivos y flexibles y, ante todo, debemos dejar de temer al cambio.

Cuando el miedo se instala en tu empresa … corres el riesgo de perder:

  • El talento. Cuando tenemos miedo nuestra capacidad de reflexión se nubla. En nuestro cerebro, la información pasa primero por el sistema límbico y la amígdala, que controlan nuestras emociones, y luego por el neocortex, donde se da el razonamiento. Por tanto, el miedo, incide directamente en nuestra capacidad de razonar.
  • La creatividad y la innovación. La disminución de las conexiones neuronales, que se da como consecuencia de los miedos, inhibe el surgimiento de actitudes creativas y constituye un obstáculo para la innovación.
  • La visión a largo plazo y la capacidad para reinventarse. Los temores paralizan y nos hacen tener una visión cortoplacista de las situaciones que vivimos.
  • La felicidad. Los miedos producen el síndrome de la felicidad aplazada por el que no actuamos sobre nuestro presente pensando en que nuestro futuro será mejor.
  • La salud y la calidad de vida. Además el estrés aumenta la secreción de corticoides lo que repercute directamente en nuestro sistema inmunológico. [/symple_box]

Miedo y liderazgo

Especialmente preocupantes, si hablamos en términos de liderazgo, son las dos últimas definiciones de miedo propuestas por la RAE. El utilizado como palanca para motivar a las personas puede ayudarnos a conseguir resultados a corto plazo, pero difícilmente será sostenible en el tiempo. Además, debemos tener en cuenta que, aunque no se fomente desde la dirección de la empresa, todos somos, en cierta manera, esclavos de nuestros miedos.

¿Y qué podemos hacer para vencer al miedo y que no campe a sus anchas en nuestras organizaciones?

Lo fundamental es crear ambientes de libertad, donde el error sea aceptado y donde se crea en las personas y se las motive a superar sus propios límites. A ello ayudará la ausencia de jerarquías, la existencia de una cultura empresarial fuerte, que premie la participación de todos los miembros del equipo, la apertura de vías de comunicación, pero, sobre todo, la valentía de sus líderes. Un líder debe ser valiente, dar la cara, ser optimista y saber comunicar su proyecto y sus ideales.

 

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