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Hoy en día cuesta pensar en una actividad, tarea o función que no hagamos con soporte tecnológico, es decir, basadas o apoyadas total o parcialmente en las TIC. Desde algo tan simple como escribir un texto a cosas tan complejas como analizar el comportamiento de compra online o conocer qué es lo que más visitan nuestros clientes de nuestra web o gestionar las operaciones de la empresa o llevar su contabilidad…. Por supuesto, varía en gran medida en función de la carga física o mental del trabajo, pero incluso trabajos para los que se suele requerir poca cualificación utilizan cada vez más las TIC como recursos para facilitar y optimizar la productividad. Hace unos años había que ir a una franquicia de comida rápida para ver camareros armados con PDA’s y ahora basta con bajar al bar de la esquina.

El desarrollo de la informática

Los que hemos crecido soñando con un Amstrad como regalo de comunión o similar y hemos tenido nuestros primeros contactos con la informática en forma de MS-Dos, tecleando comandos en ordenadores sin disco duro, con discos flexibles de 5-1/4”, nos cuesta pensar en sistemas operativos diferentes a “nuestro” Windows o como mucho “nuestro” Mac. Palabras como Linux, Ubuntu o similares nos suenan todavía demasiado extrañas y oír hablar de implantación de nuevo sistema de gestión nos hace ponernos a la defensiva, a excepción, claro está, de los que trabajan y son especialistas en el área TIC. Me basta con recordar la implantación de nuestro Sugar CRM y el luto y lamentaciones que profesamos hacia nuestra añorada base de datos en Access, y eso en una organización basada en y cuyo objetivo es el desarrollo del Capital Humano.

Pues sí, nos hemos desarrollado y creado nuestros esquemas mentales y procesos de trabajo en base a lo que se llama software propietario o privativo, en el que grandes fabricantes invierten y desarrollan constantes mejoras y actualizaciones y nos hemos acostumbrado a su “seguridad y estabilidad”, que en ocasiones tampoco es tal. Seguro que en la mente de la mayoría estará más de una ocasión en la que haya perdido un montón de horas de trabajo por no haber guardado el maldito informe antes de que se le “colgara” el ordenador, o la cantidad de veces que ha tenido que reiniciar después de un “cuelgue” o de una instalación.

La “libertad” del software libre

En este ecosistema, a priori, hostil para la introducción de otras formas de desarrollar y distribuir el software, se empiezan a hacer un hueco y aparece lo que se ha venido en llamar software libre, que da libertad al usuario para usarlo, copiarlo, estudiarlo, modificarlo y redistribuirlo. No necesariamente tiene por qué ser gratuito, pero suele serlo casi siempre, más allá de cubrir los costes que pueda generar su distribución. Esto que puede parecer muy atractivo, no se está traduciendo en un uso masivo por parte de usuarios y empresas, salvo para determinadas aplicaciones.

 

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Encontramos qué, en torno al 70% de las Pymes y grandes empresas han utilizado software libre en 2013 y algo más del 50% de las microempresas (menos de 10 trabajadores), lo que supone un descenso de entre el 15 y el 20% respectivamente sobre 2012, según el informe ePyme en el que se analiza el estado de las TIC en las empresas españolas.

 

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Pero en ese % de uso tiene mucho que ver la ofimática (representada por programas como LibreOffice u OpenOffice) y los navegadores, liderados por Mozilla Firefox, programas implicados en tareas administrativas y de apoyo. Pero la realidad es que a las empresas les cuesta confiar en el software libre para apoyar procesos más importantes o de negocio (ERP’s, CRM’s, Contabilidad, Facturación, Comercio electrónico o Gestión de Proyectos).

¿Por qué no penetra masivamente el software libre en hogares y empresas?

¿Por qué no penetra en forma masiva el software libre en hogares y empresas? Mucho se puede discutir a este respecto, pero los motivos son básicamente:

Confianza. El usuario sigue confiando más en el software propietario, en el que identifica una marca con todo lo que ello conlleva detrás.

Piratería. Sí, la piratería es un enemigo del software libre, los usuarios prefieren una versión pirateada de un software propietario a la versión libre, puesto que también la pueden conseguir gratis.

Disponibilidad. El software propietario viene instalado o preinstalado en cualquier tecnología que compres. ¿Alguien ha comprado un portátil directamente configurado con Linux? Los fabricantes de hardware diseñan sus productos y los testean en base a software propietario y garantizan su funcionamiento óptimo solo bajo ese software, los controladores de dispositivo se generan para software privativo. Esto nos lleva al siguiente:

  • Facilidad. El software libre tienes que instalarlo y, para una mayoría de usuarios no es fácil, supone una complicación.
  • Familiaridad. Como he comentado antes, nuestros esquemas mentales y de trabajo están hechos al software que conocemos, generalmente el privativo, por lo que, pasar a software libre supone un esfuerzo de adaptación que la mayoría no están dispuestos a hacer.
  • Costes. Sí, costes, aunque la adquisición sea de coste muy bajo, la implantación y modificaciones necesarias para la empresa y la adaptación de los usuarios al nuevo software puede ser, en algunas ocasiones, un coste no previsto o no bien calculado que puede llegar a superar, a corto plazo, al de las licencias que se ahorra. Y, cómo esta crisis nos ha vuelto muy cortoplacistas, y queremos que las inversiones sean rápidas en darnos el ROI esperado, no valoramos bien el beneficio a largo plazo de la implantación de este tipo de software. Probablemente la disminución en el uso por parte de las empresas en 2013, tras unos años de incremento, se debe a que éstas no han encontrado el ahorro y beneficios esperados.
  • Incompatibilidad. O, mejor dicho, el miedo a la incompatibilidad que este software pueda tener con las aplicaciones de clientes y proveedores, con los que la empresa está cada vez más “conectada”.
  • Soporte y seguridad. Todos sabemos que el software requiere de mantenimiento y actualización constante dada su fuerte progresión e interdependencia con otras tecnologías. Esto hace que empresas y usuarios consideren necesario que exista un soporte o garantía de que funcionará también en el futuro.  Esto está directamente relacionado con la confianza inicial. Si un programa con licencia falla, su fabricante tiene que asumir consecuencias en el mercado, pérdida de prestigio… y se espabilará para resolverlo, pero ¿ocurrirá lo mismo con un programa de software libre?

Un software mix para cubrir las necesidades

Aunque hoy en día la mayoría de los problemas expuestos son más un prejuicio que un hecho en sí, como prejuicio siguen siendo barreras para la implantación de software libre en las empresas. En este sentido es clave el papel de los responsables TIC a la hora de incluirlas como parte de la estrategia TIC de la empresa, que puede contemplar un software mix con el que cubrir las necesidades con lo mejor de cada tipo de software y, sobre todo, hacerlo teniendo en cuenta las necesidades de la empresa a corto, medio y largo plazo.

Como solución, a parte de esta problemática que genera la implantación de software libre, surgen organizaciones como OpenPyme, de la Universidad de la Laguna (Tenerife) que testea y comprueba la fiabilidad de las aplicaciones antes de ponerlas en su directorio, con lo que tenemos un filtro previo y con ciertas garantías. Pero, en definitiva, para que el software libre gane “cuota de mercado” es necesario un cambio también en la mentalidad o cultura tecnológica y una evolución en el aprendizaje desde el ámbito educativo (familiaridad). Además, mirando al futuro, hecho ya presente, el software libre tendrá que penetrar en las tecnologías móviles (smartphones y tablets) para continuar siendo atractivo, para lo que tendrá que superar, entre otras, las barreras u oposición de los fabricantes y compañías/operadoras.