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 ¿Qué le llevó a estudiar ingeniería en la UPV? ¿Cuál era su vocación cuando era niño?

Creo que desde muy pequeño quise ser Ingeniero de Caminos. Siempre me han gustado las carreteras quizás porque muchos recuerdos de mi infancia están ligados a esta profesión: mi abuelo fue capataz en la Diputación de Valencia y mi padre llevaba una máquina de pavimentación de carreteras de hormigón. Con frecuencia me llevaba a ver obras de ingeniería civil -carreteras, puentes, presas- y posiblemente esto fue determinante en mi vocación porque a medida que crecía me parecían obras muy apasionantes e interesantes.

¿Qué recuerdos guarda de su etapa universitaria? Compañeros, anécdotas, etc.

Tengo un magnifico recuerdo. Disfruté mucho del ambiente universitario, de la carrera y de mis compañeros de promoción. Uno de ellos -Carlos Lázaro- es hoy mi socio en CMD Ingenieros y uno de mis mejores amigos. También tuve la suerte de encontrar profesores de un nivel increíble, que me marcaron positivamente y son excelentes profesionales. Con uno de ellos, Salvador Monleón, llevo trabajando mucho tiempo y sigo aprendiendo día a día. También he colaborado muy estrechamente con el catedrático y arquitecto Vicente Vidal.

¿Cuáles fueron sus primeros pasos en el mundo profesional?

No fueron muy diferentes de lo que hago ahora, siempre he compaginado la faceta docente e investigadora con el ejercicio profesional. Creo que este equilibrio es esencial y enriquecedor para cualquier ingeniero. Por otra parte, he tenido la suerte de acceder a un Departamento como Ingeniería de la Construcción donde he encontrado magníficos profesores como Pedro Miguel Sosa, Miguel Ángel Fernández Prada, Joaquín Catalá, Pedro Serna y M. José Pelufo, entre otros. He podido trabajar con el arquitecto Santiago Calatrava y con el ingeniero Leonardo Fernández Troyano, de quienes he aprendido muchísimo a nivel profesional. Recuerdo que al poco tiempo de titularme tuve que enfrentarme a retos muy grandes como la Ciudad de las Artes y la Ciencias o el Puente de las Artes. Proyectos como éstos marcaron el camino que luego he intentado seguir.

Es socio fundador junto a Carlos Lázaro del estudio de ingeniería CMD ingenieros, ¿qué es lo más difícil y lo más gratificante de dirigir su propio despacho?

Lo más gratificante ha sido poder desarrollar mi profesión junto a un buen amigo y haber realizado juntos proyectos estimulantes por su complejidad o por las condiciones en las que debíamos desarrollarlos. También es satisfactorio contar con un equipo capacitado e ilusionado y colaborar con otros colegas en determinados encargos que requieren equipos multidisciplinares e internacionales. Sin embargo, es cierto es que ahora vivimos momentos difíciles y este capital humano se puede perder si no llegan proyectos en los que trabajar.

En los últimos años ha desarrollado distintos proyectos en Georgia por encargo de su presidente Mijail Saakashvili, ¿cómo surge esta oportunidad?

Mikhail Saakasvili accede a la presidencia de Georgia en 2006 y plantea como una de sus prioridades la recuperación del país a través de nuevas infraestructuras y equipamientos que dinamicen la economía y proyecten una imagen exterior de resurgimiento y progreso. La nueva Administración pone su mirada en lo que se está haciendo en otros países de Europa. Saakasvili visita Valencia con motivo de un encuentro de Presidentes de Estado en diciembre de 2008 y, entre otros edificios, se fija en las cubiertas de L’Oceanogràfic, un proyecto en el que Carlos y yo realizamos el diseño, cálculo y dirección de obra como homenaje póstumo al arquitecto español Félix Candela. Representantes de la administración de Georgia contactan con nosotros y nos invitan a visitar el país para presentar nuestra oficina de proyectos y estudiar oportunidades de concursos y licitaciones. Durante los primeros años presentamos propuestas y diseños de estructuras singulares, hitos de paisaje, y entre 2009 y 2010 ganamos los primeros encargos de paisajismo –el bulevar litoral de Batumi, un masterplan y un parque costero en Anaklia- y proyectamos una pasarela de 555 metros, la más larga del mundo, y varios edificios. La estrecha relación de trabajo con los distintos ministerios georgianos también nos permite ofrecer asesoramiento y consejo a organismos y administraciones locales en sus necesidades de infraestructuras y servicios públicos.

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¿De qué proyecto de los realizados en Georgia se siente más satisfecho?

La Torre de los Héroes, los frentes litorales de Batumi y Anaklia, la sede del parlamento en Kutaísi… Sin duda pongo en primer lugar el nuevo Parlamento de Georgia en Kutaisi y todo el complejo administrativo que lo envuelve. Consiste en un conjunto de edificios singulares para funcionarios y personal de la institución situados en el Millennium Park, un gran parque de 100 hectáreas. Es un encargo único y singular puesto que en la mayoría los países el Parlamento se aloja en un edificio histórico, de gran significación, y casi nadie se plantea construir una nueva sede. Por otro lado, la situación político-económica de Georgia, el interés por proyectar su imagen y mostrar su renovación interior, genera un gran número de significados y conceptos que hay que trasladar en el proyecto técnico. Hemos desarrollado otros proyectos interesantes pero me gustaría destacar un encargo más pequeño de gran significado para mí. Se trata de la escultura de cristal que levantamos en 2009 en el patio del Palacio Presidencial, un hito de 17 metros formado por piezas de 15 cm de espesor en forma de corazón que giran a lo largo de un eje. Cuando el Ministerio de Presidencia nos encarga un elemento escultural para este espacio institucional –es el patio donde se realizan las recepciones de las visitas oficiales- llego a la conclusión de que debemos proyectar en ella los sentimientos que despertó mi primer año de trabajo en Georgia. Durante ese tiempo me encontré un país hospitalario y abierto y las personas con las que tuve trato profesional me mostraron una acogida honda y sincera.

¿Está en la internacionalización el secreto para compensar la crisis que afecta al mercado español, sobre todo en construcción y obra civil?

Más que la internacionalización pienso que la ingeniería está definida por la movilidad, por la necesidad de realizar nuestro trabajo allí donde está la infraestructura o la solución que debemos desarrollar, es algo histórico y consustancial de esta profesión. Pensemos en las casas de los ingenieros o en los poblados que se levantaban junto a un embalse en construcción. Lo que pasa es que con el gran desarrollo de infraestructuras y equipamientos desde mediados de los 90 hasta hace bien poco, parecía que el trabajo venía a nuestra puerta cuando eso no es lo normal. En nuestro caso, llevamos casi cinco años trabajando en el exterior, no solo en Georgia sino que también hemos presentado proyectos en solitario o con otros estudios en América Latina (inicialmente en Colombia, más recientemente en Panamá) y en 2011 se han abierto oportunidades interesantes en Koper, la tercera ciudad más importante de Eslovenia.

En Georgia es asesor del presidente y le han concedido la Medalla del Congreso y la Orden Presidencial a la Excelencia, ¿qué siente al recibir estos honores?

Siento un gran orgullo y a la vez una gran responsabilidad. Es una distinción que muy pocas personas extranjeras han recibido y me recuerda que aunque como despacho de ingeniería hayamos realizado un esfuerzo por trasladarnos a este país, Georgia nos ha abierto los brazos y nos ha dado mucho más.

¿Qué peculiaridades ha encontrado a la hora de trabajar en este país caucásico?

Como contaba antes, la hospitalidad. Cualquiera de nuestros primeros contactos –miembros del gobierno o de las regiones, técnicos de la administración- nos recibía profesionalmente y al final del día me abría las puertas de su casa y me invitaba a cenar con su familia. Fue una experiencia gratificante y un estímulo para aprender su idioma que, escrito, es bastante complejo porque utiliza un alfabeto propio distinto al latino. Culturalmente es un país singular y con personalidad propia entre sus dos grandes vecinos –Rusia y Turquía- y se esfuerza por hacerlo visible. Aunque, no sé el motivo, encuentro algunas similitudes entre el carácter georgiano y el español. Resulta curioso que los antiguos griegos utilizaban la misma palabra –Iberia- para la región que había más allá de la Cólquide (Georgia) y para este otro extremo del Mediterráneo. Por otro lado, en Georgia siempre hemos encontrado una rápidez y agilidad en la toma de decisiones, una determinación por impulsar proyectos y trabajos que, como ingenieros, debíamos ser capaces de seguir y atender.

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También tiene una faceta como profesor, tanto en la UPV como en la Universidad de Tokio…

Soy profesor en la UPV desde 1989, muy poco tiempo después de titularme como ingeniero, y formo parte del Departamento de Ingeniería de la Construcción. El proyecto de las cubiertas laminares del Oceanográfico y la oportunidad de conocer al profesor Mamoru Kawaguchi nos abrió las puertas de la Universidad de Tokio donde soy profesor invitado desde 2007 y he realizado algunos seminarios técnicos con Carlos Lázaro y con otros miembros de CMD Ingenieros como Juliane Petri.

¿Qué diferencias observa entre la Universitat Politècnica de València y la Universidad de Tokio?

Pienso que en Japón la verdadera vocación profesional empieza ya en la Universidad. Los estudiantes acceden a la educación superior decididos a ser profesionales de la carrera que eligen y muestran un gran respeto por las materias y verdadera admiración por sus profesores.

¿Qué consejo daría a los jóvenes que acaban de terminar la carrera para enfocar su trayectoria profesional?

Que sean constantes y tenaces, busquen trabajo y oportunidades en cualquier rincón y se arriesguen a hacer lo que soñaban al empezar el primer año de carrera. Estoy convencido de que se puede conseguir.

¿Qué es lo que más valora a la hora de contratar gente?

Los tres pilares para trabajar en CMD Ingenieros son proactividad, ganas de aprender y estar enamorado de la profesión, en suma, recuperar lo q antaño se llamaba vocación y plasmarlo en el trabajo de cada día.

¿Qué funciones cree que deberían tener las asociaciones de antiguos alumnos? ¿Qué pueden aportar éstos a su universidad?

Las asociaciones de titulados son una buena manera de mantener abierto un vínculo con tu universidad. Los profesionales en activo aportan experiencias y enriquecen el saber de la comunidad universitaria pero ésta no debe mirar solo al espacio profesional y social que sus antiguos alumnos ocupan sino que debe mirar más allá de las necesidades del momento. La Universidad es muy valiosa si refuerza su visión de futuro y sabe anticiparse varios años o décadas a lo que necesita profesional y académicamente nuestra sociedad atendiendo ésta y otras fuentes de información.

¿Cuáles son sus proyectos de futuro?

Espero seguir desarrollando proyectos singulares desde esta oficina y mantener mi vinculación con la docencia y la investigación. Estos dos campos han alimentado y han beneficiado sin duda nuestra trayectoria profesional en CMD Ingenieros.