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[Img #2416]Se habla mucho y mucho se ha escrito sobre la motivación en las organizaciones y hay divergentes opiniones al respecto, sin que haya conclusiones claras: será porque el tema no está resuelto.

Hay dos tipos de motivación

Digamos de inicio que hay dos tipos de motivación de una persona para que ésta haga, y de buen gusto, lo que hay que hacer: motivación externa, que viene de otra persona, y motivación interna, que emana del interior del sujeto. No son contradictorias, sino complementarias, y ambas pueden y deben darse simultáneamente, aunque entendemos que el peso fundamental de la motivación viene del propio individuo que, a fin de cuentas, es el protagonista de su trabajo y de su vida.

La motivación externa

La MOTIVACIÓN EXTERNA es la clásica, la que proporciona la organización (a través de  sus directivos) para impulsar el buen trabajo y que los colaboradores se encuentren a gusto. Salario, condiciones laborales, etc., etc… son toda una serie de recetas “hard” usadas para motivar a los colaboradores; el problema de estas herramientas es lo efímero de sus efectos motivadores: ¿qué pasa cuando las personas se han acomodado a una nueva retribución o a unas mejores condiciones laborales?, ¿hay que seguir elevando su nivel?, ¿hasta cuándo?.

Más eficaz, y rentable, resulta utilizar elementos motivadores que tengan que ver con los valores laborales de la persona. Averiguarlos es una buena práctica: no todos buscan o necesitan lo mismo en su vida y en su trabajo.

Habitualmente son muy eficaces los reconocimientos, las censuras constructivas “+ – +“, el marcar objetivos claros y asumibles, la formación continua, la comunicación interna, la delegación, el dar protagonismo a la gente, así como el salario y las recompensas proporcionales al esfuerzo, a la contribución y a los resultados; son elementos “soft” que inciden en lo que la persona más quiere, pues apelan a su ego; todo ello se resume en el siguiente esquema:

infografía-palabras-motivadoras

Por el contrario, los elementos más devastadores de la motivación en las organizaciones son la crítica y las promesas incumplidas.

En resumen: se trata de crear un clima en el que la gente sea conducida hacia retos estimulantes, que hagan que el trabajo sea más atractivo.

La motivación interna

No diremos que la motivación externa no hay que practicarla, pero esta motivación externa la necesitan, sobre todo, aquellos que no saben muy bien lo que quieren ni a dónde van, o que se dejan llevar por las circunstancias. “Cuando es alumno está dispuesto, aparece el profesor” dice una frase de éxito en formación, que también es aplicable a la motivación: cuando la persona no está motivada per sé, no son eficaces las herramientas de la motivación externa.
Se necesita, pues, la MOTIVACIÓN INTERNA, la AUTOMOTIVACIÓN. Nadie se ahoga por caer al agua, se ahoga por no nadar, y nadar depende de la persona. Automotivación, palabra clave, mágica: energía que nace del interior e impulsa a hacer cosas (lo importante en la organización es que las cosas que quiera hacer la persona sean las que la organización necesita, pero ese es otro tema). Cuando se tiene automotivación, nada para a la persona en su camino; al contrario: no se derrumba ante la dificultades, persevera, e incluso “crea” las circunstancias para tener buena suerte (no “suerte”).

La persona automotivada tiene su camino definido, claros sus objetivos, se prepara para alcanzarlos y es proactiva en la acción que conduce a los resultados. Asume, en definitiva, la responsabilidad de su propia motivación y se convierte en protagonista de su trayectoria vital. Vale la pena incidir sobre esta idea de proactividad.
Según el Diccionario de la lengua española, proactivo se compone de la proposición latina “pro” (a favor de” y de “activo” (diligente, eficaz, productivo); por tanto, una persona preactiva se definiría como “a favor de la eficacia y la productividad”.
Para mejor centrar el concepto, lo compararemos con dos términos relacionados, para luego desarrollar la noción de persona preactiva.

Persona reactiva

También según el Diccionario, reactividad es la “capacidad o modo especial de reaccionar frente a un hecho concreto”. Este tipo de comportamiento conduce a la persona a tomar decisiones rápidas y condicionadas por las circunstancias, pero esas respuestas no están meditadas ni analizadas por lo que tienen muchas posibilidades de ser incorrectas:

estímulo-respuesta-persona-reactiva

La persona reactiva reacciona, sí, a los estímulos, pero siempre a remolque de los mismos y sin contemplar su propio criterio ante ellos.

Normalmente, las personas reactivas no son conscientes de su comportamiento reactivo y desconocen que hay otra mejor manera de actuar. Sin embargo, no transmiten credibilidad por lo irreflexivo de sus decisiones.
Solo está justificado un comportamiento reactivo ante situaciones de emergencia, que exigen respuesta rápida, en las que no hay tiempo de reflexionar y valorar.

 Persona pasiva

La persona pasiva no da respuesta a los estímulos que se le presentan; es la típica persona que “pasa” de todo, no le afecta lo que sucede o se esconde confiando en que las circunstancias cambien:

estímulo-respuesta-persona-pasiva

Es una persona tranquila por naturaleza y no toma decisiones, lo que le impide asumir responsabilidades. A la larga, se frustra al reconocerse el poco protagonismo de su actuación y de su vida.
Persona proactiva
Es la persona también volcada a la acción ante los estímulos pero que, a diferencia de la reactiva, reacciona desde dos planos:

  • cuando el estímulo se ha producido: toma conciencia de la situación, la analiza y decide cómo actuar en función de dicho análisis y a la luz de sus valores y principios, e incluso sus sueños, todo ello con sus emociones bajo control:

estímulo-respuesta-persona-proactiva1

  • antes de que el estímulo se produzca: tiene un “sexto sentido” que le hace prever los estímulos y decide antes que éstos se presenten cómo actuará:

estímulo-respuesta-persona-proactiva2
Ambas formas requieren entrenamiento mediante la reflexión en cada caso (interiorizando todos los elementos contemplados) y perseverando en el comportamiento proactivo.

La persona proactiva es analítica, tiene sensación de control de todos sus actos y, como dice Eduard Punset, tiene “el placer de tener un compromiso con la vida”. Además, tiene estas actitudes:

  • Toma la iniciativa de su vida y, por tanto, ante los hechos
  • Se responsabiliza de sus vida y de sus actos
  • Afronta con energía la solución de problemas
  • Es creativa, hace cosas nuevas que antes no existían
  • Tiene espíritu de superación
  • Tiene actitud mental positiva

¿Cómo convertirse en persona automotivada?

Desde luego, siendo preactiva. Pero también teniendo sus objetivos personales claros (una persona sin metas, sin proyectos, sin retos ni ilusiones es una persona “muerta”) y actuando si desmayo para conseguirlos, con actitud mental positiva (o sea, AMP + : con fuerza/energía que emana del interior y genera entusiasmo para hacer lo que hay que hacer).

La persona automotivada no olvida los problemas ni huye de ellos, pero (fruto de su AMP + ) busca el lado positivo de los mismos y la solución, viendo en cada problema una oportunidad. Es una decisión personal de ver y afrontar las cosas de esta manera, de convertirse en protagonista de su trabajo y, lo que es mas importante, de su vida.

La implicación personal es consustancial con ocupar un puesto, no se entiende ocuparlo sin buscar desarrollarlo de forma correcta. Eso es, fundamentalmente, una cuestión de actitud personal. A fin de cuentas El/La protagonista eres tú; si das en el trabajo lo que llevas dentro y haces bien lo que hay que hacer:

a) Te servirá de experiencia
b) Habrás aprendido
c) Te habrás sentido útil por haber hecho algo productivo que ha
contribuido a algo
d) TENDRÁS LA CONCIENCIA TRANQUILA

En definitiva: la/el protagonista eres TÚ, no la empresa. Si ésta (o el empresario o directivo) no valora tu buen trabajo, ese será su problema, él se lo pierde, y ello será indicativo de su “altura de miras”. Y, mientras tanto, tú a disfrutar de los a), b), c) y d).