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Decía Albert Einstein: “Si yo tuviera una hora para resolver un problema y mi vida dependiera de la solución, yo gastaría los primeros 55 minutos para determinar la pregunta apropiada, porque una vez supiera la pregunta correcta podría resolver el problema en menos de cinco minutos”.

Esta afirmación, al margen de que encontrar la respuesta correcta nos lleve algo más de cinco minutos, pone de manifiesto la necesidad y el valor de hacer algo muy simple, pero a la vez muy complejo: Preguntar.

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Deberíamos pararnos a preguntar, y lo que es más importante aún, aprender a preguntar, puesto que las peguntas tienen un poder increíble. A través de ellas podemos lograr mejores negocios, incrementar nuestra capacidad de negociación  o resolver problemas complejos que surgen en los equipos de trabajo, ya que cuando te haces una pregunta que te importa, es muy difícil que no busques la respuesta y no te quedarás tranquilo hasta que la resuelvas.

Las buenas preguntas obligan a contestarlas y son una poderosa herramienta para descubrir un mundo más amplio tanto interno como externo: “Si quieres mejorar la calidad de tu vida, tienes que mejorar la calidad de tus preguntas”,  Asegura Tony Robbins.

Si hacer buenas preguntas es tan importante, ¿por qué no empleamos más de nuestro tiempo y energías en descubrir y elaborarlas?

Una razón puede ser  que nuestra sociedad está más centrada en tener la respuesta correcta, no descubrirla. Nuestro sistema de educación se centra más en la memorización y repetición de respuestas que sobre el arte de buscar nuevas posibilidades. El problema es que aunque nacemos preguntadores, estamos educados para responder.

Mario Borghino, en su libro El arte de hacer preguntas: el método socrático para triunfar en la vida y en los negocios señala que esta habilidad que se ha reprimido desde la niñez, ha limitado el desarrollo del hábito de cuestionar en la vida adulta y que el arte de las preguntas está en que el otro perciba que sean parte de una conversación, ya que cuando se cuestiona directamente a la otra persona, esta tiende a no decir lo que piensa.

Del mismo modo, es fundamental encontrar el momento justo, callar y mostrar interés, lo que propicia que la persona exponga sus ideas, así como pensar en el beneficio de la otra persona, no solo en el propio.

Conocerse a uno mismo es parte importante también puesto que la personalidad de cada uno definirá la forma de estructurar las preguntas. Si nuestra personalidad es reactiva, nuestro impulso nos llevará a atacar o huir, mientras que si somos proactivos intentamos mediar y buscar soluciones para resolver un problema.

No debemos olvidar que nuestra mente siempre tiene en su interior la solución a los problemas, solo necesitamos el vehículo adecuado que nos dirija a ella.

Algunas claves a la hora saber cómo preguntar:

  • Haz preguntas para ayudar al otro a descubrir por sí mismo la respuesta. Esta nueva información acelera sus resultados.
  • Haz preguntas orientadas hacia el futuro y soluciones. Esto ayuda a enfocarnos en el logro de objetivos y en la toma de responsabilidades.
  • Espera paciente la respuesta. Cada uno tenemos nuestro tiempo de procesar la información y de responder a la misma.
  • Sé cortés y respetuoso a la hora de formular preguntas.
  • Cuida los términos, tecnicismos y las formas de expresión. Adáptate a tu interlocutor.
  • Evita preguntas insustanciales.
  • No preguntes aquello que puedes averiguar por ti mismo, salvo que tengas dudas o quieras verificarlo.
  • No supongas, asegúrate preguntando.
  • Si no entiendes la respuesta, vuelve a preguntar.
  • Sé preciso, concreto y claro, evita ambigüedades.
  • Encuentra el momento oportuno, el lugar, el entorno, según la disposición en que se encuentre el interlocutor.
  • Ten en cuenta los intereses, la personalidad, las expectativas y la forma en que cada cual se relaciona con los demás y, en particular, al que se le va a preguntar.

Pero sobre todo, no temas a preguntar, Si el miedo aparece recuerda la frase de  Ortega y Gasset:  “ Quien hace una pregunta teme parecer un ignorante durante cinco minutos. Quien no pregunta se mantiene ignorante toda la vida”.

 

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